Santa Catalina de Siena, 29 de abril

¿Quién fue Catalina de Siena? 

Santa Catalina, hija de Giacomo di Benincasa, un tintorero de Siena, y Lapa di Puccio di Piagente nació en el año 1347 en Siena y murió con solo 33 años el 29 abril del año 1380 en Roma. 

Su sepultura en la venerable Basílica de Santa Maria sopra Minerva es hasta hoy día meta de muchos peregrinos de todo el mundo que vienen a Roma. Catalina fue elevada al honor de los altares por su compatriota Pío II en el año 1461, Pablo VI declaró a la santa doctora de la Iglesia (junto con santa Teresa de Jesús) en el año 1970; Juan Pablo II la declaró en el año 1999 patrona de Europa (con santa Benedicta de la Cruz [Edith Stein] y santa Brígida de Suecia). 

En Italia hay una devoción muy particular hacia santa Catalina: el papa Pío XII la declaró patrona de Italia (con san Francisco de Asís) y la ciudad de Roma la venera como copatrona de la urbe (con los santos apóstoles Pedro y Pablo y san Felipe Neri). También otras ciudades como Varazze y —obviamente — Siena la tienen como santa patrona.

Siendo todavía niña, Catalina ya demostraba una piedad profunda. Cuando tenía unos seis años tuvo una visión de Cristo sobre un trono, acompañado de santos. A raíz de este suceso, hizo un voto de virginidad, decisión que fue recibida con incomprensión y oposición en su familia. Su madre, en particular, hizo todo lo posible para disuadirla de su oración cada vez más intensa y sus severas prácticas de penitencia. 

Catalina obtuvo, sin embargo, el apoyo de los frailes dominicos de la ciudad y, a la edad aproximada de 18 años consiguió —superando un sinfín de obstáculos— ser admitida entre las Mantellate, devotas mujeres terciarias dominicas de la ciudad. 

En los años sucesivos vivió, según las costumbres de las Mantellate, en casa de sus padres, pero totalmente retirada en la celda de su corazón, como le enseñó el mismo Señor Jesús en una de las múltiples visiones que tenía la joven terciaria. Dejaba la casa solo para asistir a la Santa Misa y a las reuniones de su comunidad religiosa.

Dedicación a las obras de caridad y a la conversión de los pecadores 

Un cambio importante en la vida de la santa aconteció en el año 1368 — Catalina tenía en ese momento 21 años— cuando tuvo una visión de sus nupcias místicas con el Señor, y Jesús, su esposo místico, le encargó poco después en otra visión que se dedicase con todas sus fuerzas a obras de caridad y a la conversión de los pecadores. 

Comenzando por su familia, Catalina ensanchaba poco a poco su radio de acción, especialmente en los hospitales de Siena. En su labor caritativa incluía cada vez a más personas: por una parte, se ocupaba de su comunidad religiosa, pero también de religiosos, clérigos y laicos, que fueron formando poco a poco la Famiglia, en la que también personas de más edad la llamaban con afecto y veneración Madre.

Su obra caritativa y su carisma condujo a muchas personas a una profunda conversión, y fue acompañada de milagros. En consecuencia, su fama se difundió pronto más allá de Siena y la Toscana hasta alcanzar toda la península de Italia. 

Catalina comenzó a escribir cartas, o mejor dicho a dictarlas a uno de sus fieles amigos, porque carecía de formación académica y tenía dificultad para redactar. Iban dirigidas a laicos y clérigos cercanos, pero también a obispos, abades y cardenales, e incluso a los papas de su época. El estilo de estas cartas, de las que se conservan más de 380, es sorprendente: Catalina habla con gran fuerza e insistencia y, al mismo tiempo, anima al destinatario con palabras dulces y convincentes a cumplir siempre la voluntad del Señor. Afirma que «scrive nel sangue di Cristo» y acaba muchas de sus cartas con la exclamación Gesù dolce, Gesù amore.

En sus cartas a los papas conjuga un amor filial y obediente —es muy característica la expresión il dolce Cristo in terra que suele usar para referirse al romano pontífice— con las exigencias que presenta sin vacilación: vida personal ejemplar, reforma de las costumbres —sobre todo entre los colaboradores del papa—, retorno del papa a Roma, paz y concordia en los Estados Pontificios y un esfuerzo común, comenzando por el papa, de liberar los lugares santos y a los cristianos de Tierra Santa.

Punto culminante de su fervor por el pontífice y su ministerio es el viaje a Aviñón que Catalina realizó junto a algunos amigos en el año 1376, para presentar en el nombre del Señor a Gregorio XI las mismas exigencias que antes había manifestado en sus cartas, y luego, en la situación trágica del Cisma de Occidente, a partir de septiembre de 1378, lucha con determinación por la causa del papa Urbano VI y se traslada a Roma, donde permanece ya hasta su muerte.

La obra maestra de santa Catalina es el Dialogo della divina Provvidenza, obra dictada a sus discípulos sobre las visiones de la santa en los últimos años de su vida.

S. NICOLÁS DE BARI, OBISPO DE MIRA

06 diciembre

Una vida obediente

Nicolás nace en Patara, una pequeña ciudad marítima de Licia, en la Turquía meridional, en el siglo III después de Cristo, y en el seno de una familia acomodada que lo educó en el cristianismo. Su vida, desde su primera juventud, estuvo fundamentada en la obediencia. Quedó huérfano muy joven de ambos progenitores y él, en memoria de la página evangélica del joven rico, usó toda la fortuna paterna para atender a necesitados, enfermos y pobres. Fue elegido obispo de Myra y bajo el reinado del emperador Diocleciano fue exiliado y encarcelado. Después de ser liberado, en el 325, participó en el Concilio de Nicea y murió en Myra el 6 de diciembre del 343. Son muchos los episodios que nos han llegado a cerca de Nicolás, y todos testimonian una vida al servicio de los más débiles, los pequeños y los indefensos.

Defensor de los débiles

Una de las historias más antiguas sobre San Nicolás, tiene que ver con un vecino de casa que tenía tres hijas en edad de casarse, pero no tenía suficiente dinero para asegurarles una dote. Para salvarlas de un destino de prostitución, Nicolás una noche, provisto de dinero envuelto en un paño, lo lanzó a través de la ventana de la casa del vecino y huyó inmediatamente para que no lo reconocieran. Gracias a esa donación, el vecino consiguió casar a la primogénita. Nicolás repitió su gesto generoso otras dos veces, pero la tercera noche, el padre de las jóvenes salió a tiempo de reconocer al misterioso benefactor, que sin embargo imploró, no se dijera nada a nadie. Otra historia cuenta sobre tres jóvenes estudiantes de teología en viaje hacia Atenas. El patrón de la posada donde se habían detenido por la noche, los asaltó y los mató, escondiendo sus cuerpos en una barrica. El obispo Nicolás, también en camino hacia Atenas, se detuvo en la misma posada y tuvo en sueños la visión del delito cometido por el posadero. Recogido en oración, San Nicolás obtuvo el milagro del regreso a la vida de los tres muchachos y de la conversión del posadero malvado. Este episodio como el de la milagrosa liberación de Basilio, un muchacho raptado por los piratas y vendido como copero a un emir  (la leyenda cuenta que reapareció misteriosamente en casa de sus padres, y todavía tenía entre las manos la copa de oro del soberano extranjero), contribuyeron a difundir su imagen de patrono de niños y jóvenes.

Protector de navegantes

Durante los años de su juventud, Nicolás se embarcó para acercarse en peregrinación a Tierra Santa. Caminando por los mismos caminos que recorrió Jesús, Nicolás rogó poder hacer una experiencia todavía más profunda de cercanía a la vida y a los sufrimientos  de Jesús. En el viaje de vuelta, se desencadenó una tremenda tempestad, y la nave corrió el riesgo de hundimiento. Nicolás se recogió en la oración, y el viento y las olas repentinamente se calmaron, ante la sorpresa de los marineros, que ya temían el naufragio.

San Nicolás de Bari

Después de la muerte de San Nicolás, su tumba en Myra se convirtió pronto en meta de peregrinaciones y sus reliquias fueron rápidamente consideradas milagrosas a causa de un misterioso líquido, llamado el “maná” de San Nicolás, que salía de ellas. Cuando Licia, en el siglo XI fue ocupada por los turcos, los venecianos intentaron hacerse con ellas, pero fueron precedidos por los bareses, que llevaron las reliquias a Apulia en el 1087. Dos años después fue terminada la cripta de la nueva Iglesia, deseada por el pueblo de Bari, sobre el lugar en donde se erigía el palacio del gobernador bizantino, y el Papa Urbano II, escoltado por caballeros normandos señores de Apulia, posó las reliquias del santo sobre el altar, en donde se encuentran todavía hoy. El traslado de las reliquias de San Nicolás tuvo un eco extraordinario en toda Europa y en el Medievo, el santuario pullés se convirtió en una importante meta de peregrinaciones, con el resultado de la difusión del culto a San Nicolás de Bari (y no de Myra).

Santa Klaus

En los Paises Bajos y en general en los territorios germánicos, la fiesta invernal de San Nicolás (en holandés “Sint Nikolaas” y después “Sinteklaas”), que tiene en particular bajo su protección a los más jóvenes, ha dado origen a la tradición infantil de la espera de los regalos: la vigilia de la fiesta del santo, los niños dejan zapatos o calcetines sobre una silla o junto a la chimenea, y se van a dormir confiados en que a la mañana siguiente, los encontrarán llenos de dulces y regalos.

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