Variedad complementaria del trabajo y de los bienes de capital. Apartado 3 – Trabajo en red y productividad tecnológica creciente.

TRABAJO EN RED Y PRODUCTIVIDAD TECNOLÓGICA CRECIENTE

Apartado 3

Variedad complementaria del trabajo y de los bienes de capital.

Esa variedad inmensa del Universo que está concatenada hasta en sus aspectos más nimios, así como, consecuentemente, la conveniencia e imprescindible variedad en las formas, procedimientos y aplicación del trabajo de cada una de las personas de distintas razas[1] y culturas a ese universo material para conducirlo y reconducirlo hacia la consecución de las necesidades y aspiraciones humanas, hace que necesariamente también  los instrumentos de capital y la tecnología[2] que los acompaña –en sintonía con la diferenciación complementada del Trabajo y de la Tierra-  sean muy variados y cambiantes según las épocas, los descubrimientos, las cualidades de las personas y la realidad material sobre la que se aplican ayudando al trabajo humano en cada circunstancia singular y cambiante.  

“Los primeros inventos para dominar la naturaleza fueron herramientas movidas por músculos humanos. Revolucionaron la situación de nuestros antepasados, pero adolecían de la limitación de requerir atención y esfuerzos humanos constantes durante cada momento de su utilización. La tecnología subsiguiente superó esa limitación. Los seres humanos consiguieron domesticar algunos animales y cultivar ciertas plantas, y dirigieron las adaptaciones biológicas de estos organismos para sus fines.[3]

Esa diversidad y esas diferencias de matiz y percepción de las circunstancias en la naturaleza humana  así como  esa inmensa variedad del factor productivo Tierra hacen necesaria y muy conveniente la especialización y la división de tareas. Ello da lugar a que un siglo tras otro –lógicamente- se produzcan cosas diferentes y cada vez más diferenciadas según las épocas[4]. La especialización y la posibilidad del intercambio hacen más posible el poder concentrarse cada cual en la actividad que más capacitado está alcanzándose una mayor riqueza y eficiencia general.

No deja de asombrar que, con ocasión de organizar su clásica apología del totalitarismo, Platón contribuyera a la genuina ciencia económica, siendo el primero en exponer y analizar la importancia de la división del trabajo en la sociedad. Al estar su filosofía social fundada sobre la necesaria separación entre clases, Platón procedió a demostrar cómo tal especialización se funda en la naturaleza humana, en particular en su diversidad y desigualdad. Platón hace decir a Sócrates en La República que la especialización hace que «no somos todos iguales, sino que hay una gran diversidad de naturalezas entre nosotros que se adapta a las diferentes ocupaciones».

Como los hombres producen cosas diferentes, se intercambian de modo natural unos bienes por otros, con lo que la especialización necesariamente da paso al intercambio. Platón también señala que esta división del trabajo incrementa la producción de todos los bienes.[5] 

Fruto de la especialización y de la necesaria aceleración del intercambio, tanto el trabajo manual como el intelectual y el artístico en todos los órdenes de la vida económica evolucionan[6] abriéndose hacia la producción de bienes y servicios con mayor riqueza de matices y con cualidades cada vez más singulares y adecuadas a cada quien que las demandaba.  La variedad concatenada de preferencias humanas se iba trasladando a las finalidades de los distintos trabajos y al ser estos causas activas eficientes en la producción de valor su fuerza transformadora -aplicada generación tras generación sobre la Naturaleza- iba enriqueciendo evolutivamente  los productos finales de primer orden a disposición de los usuarios últimos.  La industrialización[7] fue sustituyendo a los sistemas intensivamente agrarios. También en España[8], como en cualquier otro lugar en distintos momentos históricos, se produjeron estos procesos cambiantes.

Esa realidad transformadora del trabajo humano con instrumentos de capital cada vez más poderosos, cambiantes y diferenciados al adecuarse más cabalmente a las leyes de la materia en orden a cumplimentar de forma más certera las necesidades y proyectos de personas concretas de carne y hueso, ha inventado y materializado la producción de más y más productos diferenciados pero complementarios. Cada nuevo invento acababa remitiendo sucesivamente a otros nuevos en oleadas cambiantes en la terminología de Alvin Toffler.  La creatividad y la invención se han ido también  concatenando y lo seguirán  haciendo hasta  el futuro más remoto. Y así unos hallazgos remiten a otros y estos a otros nuevos en cascadas innovadoras cambiantes y muchas veces sorpresivas. 

Cuanto más diversa o diferenciada se hace cualquier sociedad, más se modifican las condiciones locales, más rápidos se hacen los cambios y más variación existe de un momento a otro. Y la Tercera Ola nos brinda ambos procesos: diversificación y aceleración. [9]

Esa variedad interactiva y armónica ha sido provocada por el proceso de especialización intenso desde distintos puntos del orbe según las épocas históricas que iba ligado a los distintos enfoques y materialización de los descubrimientos tecnológicos –lo que Toffler denominó tecnosfera[10]-. En los primeros estadios lo importante era aumentar la cantidad. No sólo no importaba que todas las unidades de cada mercancía fuesen  iguales unas a otras, sino que era conveniente para abastecer a una mayor población. Pero las pautas de homogeneización que se dieron anteriormente para aprovechar las economías de escala en las grandes producciones estandarizadas en los procesos de industrialización fueron decayendo e iban surgiendo nuevos bienes y servicios más diferenciados.  En estadios superiores de desarrollo económico la variedad de la riqueza original y distinta de cada persona humana se convierte en protagonista de las nuevas producciones cada vez más singulares.  La persona, lo micro y  lo pequeño interconexionado asimétricamente toma cuerpo en esta nueva ola[11] del cosmos de la microeconomía. El entrelazamiento multicolor de lo pequeño adquiere una fuerza nueva que es difícil de manejar por la política y por las distintas instancias de poder. Las grandes corporaciones incluso pueden desaparecer  o menguar notablemente su influencia.

 El sistema actual, aún basado en las sociedades de producción en masa de la Segunda Ola, descansa sobre un puñado de recursos empleados en vastas cantidades. A medida que se extiendan los métodos de fabricación desmasificados de la Tercera Ola, y la producción en sí se descentralice, comenzaremos a emplear unos recursos diferentes y más diversificados, probablemente en cantidades más pequeñas. Esto significa una ulterior redistribución radical del poder económico sobre la Tierra.[12]

Y ya en este siglo XXI, con los ordenadores[13] personales[14] cada vez más capaces los ciudadanos del mundo ven elevadas sus facultades de creación y de comunicación[15] hasta cotas aún no sospechadas[16]. Distintos descubrimientos encadenados partiendo del sistema binario hacen posible las primeras computadoras. Con el antecedente de Babbage, Alan Turing, Claude Shannon y John Von Neumann[17] fueron los pioneros principales en este desarrollo vanguardista.  Los sistemas y la propia cultura del trabajo están cambiando de forma insospechada hace sólo unas décadas humanizándose[18] más y empezando a girar todo mucho más que antes en torno a las preferencias personales y familiares de los trabajadores[19]. La sociedad de la información[20] y del conocimiento[21] está en marcha y su crecimiento exponencial en su difusión abre perspectivas nunca conocidas en todos los ámbitos de la vida económica[22] y social de los ciudadanos. También en el importante campo de la educación[23] donde la humanidad se juega su futuro.  En tanto en cuanto nos vamos conectando a redes de mayores anchos de banda, y las plataformas de software cada vez más complejas hagan, sin embargo, aplicaciones más sencillas casi todos tendrán acceso a la mayor parte de la información práctica y teórica[24] que hay en el mundo.

En una sociedad de la Tercera Ola, seguimos necesitando tierra y máquinas, pero la propiedad esencial se convierte en la información y esto, como ya se señalaba, es un cambio revolucionario porque es la primera forma de propiedad que no es material, ni tangible y, potencialmente, resulta familiar.[25]

Somos así conscientes ahora con mayor nitidez que aquella heterogeneidad armónica fundante que es intrínseca a la Naturaleza -y que analizamos en el capítulo anterior- ha ido apareciendo y se ha ido desplegando a lo largo de la historia -con altibajos asimétricos pero constantemente- en la variedad de profesiones o habilidades y en la heterogeneidad de las herramientas que la humanidad ha utilizado en su trabajo diario siempre único y novedoso.

[1] Según la terminología diaria, la gente tiende aún a pensar del mundo como formado principalmente por blancos, negros, amarillos, cobrizos, como si la raza fuese, ante todo, un asunto de color, y un grupo de categorías fuese suficiente para agotar el alcance de las posibilidades humanas. En la actualidad, una raza puede describirse mejor como una población en la que aparece una serie de características biológicas, con mayor frecuencia de lo que lo hace fuera del grupo: color de la piel, estructura ósea o textura del cabello, por ejemplo. Pero todo depende de los que uno ande buscando y de los criterios que apliquen. Un científico ha clasificado a los humanos en nueve razas diferentes, y aún encontró 32 grupos que no podían incluirse con claridad en este esquema. Otra clasificación nos da hasta 200 categorías. Y sospecho que, a medida que avancen nuestros conocimientos genéticos, diferenciaremos aún más las cosas, y sobre la base de unos rasgos del todo invisibles, como susceptibilidad hacia una u otra enfermedad, como ya hacemos con la anemia por células falciformes.  Toffler, Alvin, Avances y premisas, (Barcelona: Plaza & Janes, 1983) p. 158.
[2] El proceso económico está empíricamente condicionado por la tecnología. La adaptación a los cambios tecnológicos aconseja la renovación generacional de los empresarios, porque los que, en virtud de la división del trabajo, están especializados en un modelo tecnológico, no comprenden el siguiente y hay que dar entrada a otros. Incluso si la tecnología permaneciera constante, sería conveniente dicha renovación para evitar la decadencia peculiar de las estirpes dirigentes. Además, el éxito prolongado de un tipo de oferta económica consolida una demanda estereotipada. A mi modo de ver, la renovación de las empresas es lo más aprovechable de la competencia. La competencia dentro de un sistema establecido o estático es una pugna en torno al mercado. Pero si la competencia significa el ser sustituido por la generación siguiente, por gente más joven con mayor capacidad de lucha y más entusiasmo, el mercado se renueva.  Llano.C, Pérez López J.A., Gilder G., Polo L., La vertiente humana del trabajo en la empresa (Madrid: Ediciones Rialp, 1990), p. 104.
[3] Y sigue diciendo David Deutsch: Las cosechas crecían y los perros guardianes vigilaban mientras sus dueños dormían. Se introdujo una nueva clase de tecnología cuando los seres humanos fueron más allá de la mera explotación de las adaptaciones de que disponían (y de los fenómenos no biológicos de que disponían, tales como el fuego) y crearon adaptaciones completamente nuevas en el mundo, tales como cerámica, ladrillos, ruedas, artefactos metálicos y máquinas. Para ello tenían que reflexionar sobre las leyes naturales que gobiernan el mundo y comprenderlas, lo que incluía, como he dicho, no tan sólo sus aspectos superficiales, sino la estructura de la realidad en que se basaban. Siguieron miles de años de progreso en esta clase de tecnología, en la utilización de algunos de los materiales, fuerzas y energías de la física.” David Deutsch, La estructura de la realidad, Editorial Anagrama, 1999, pág.201
[4] En la mayor parte de las sociedades de la Primera Ola, o agrícolas, la familia era numerosa, con varias generaciones trabajando juntas como una unidad de producción y conviviendo bajo el mismo techo. El hogar, con sus campos adyacentes, era el escenario del trabajo, el centro de la vida. El hogar era asimismo la escuela. Incluso el hospital. Era el lugar en donde se cuidaba a los ancianos.
La revolución industrial extrajo todas esas funciones del marco hogareño. El trabajo pagado para el mercado derivó hacia la fábrica y la oficina, convirtiéndose en ámbito primario del hombre. La escuela asumió la responsabilidad de la educación. El médico y el hospital se encargaron de los enfermos. El Estado aceptó la responsabilidad respecto de los ancianos. La importancia del hogar quedó, drásticamente, disminuida.  Toffler, Alvin, Avances y premisas, (Barcelona: Plaza & Janes, 1983) p. 146.
[5] Rothbard, Murray N., Historia del pensamiento económico. Vol. I. El pensamiento económico hasta Adam Smith, (Madrid: Unión editorial, 1999), p. 41.
[6] En la Segunda Ola, hubo una cultura de masas y se suponía que cabía adecuarse a la misma. En el periodo de la Tercera Ola no hay una sola cultura, sino una continuamente cambiante diversificación de nuevas culturas. Esto resulta muy duro para cualquiera de captar, se sea o no miembro de un grupo minoritario.
Y en cuanto más avanzamos hacia una economía de la Tercera Ola, más importa la cultura. Muchas de las nuevas ocupaciones en esas industrias dependen de la cultura de una forma que no era cierta en el pasado. La nueva economía premia las habilidades en manejar símbolos, imágenes y abstracciones, la habilidad para hablar y articular de una forma lógica, y por otras aptitudes que, hasta ahora, habían sido las menos necesarias y las menos recompensadas en las poblaciones minoritarias, muchas personas de las cuales están aún muy próximas a sus raíces agrícolas y preindustriales.  Toffler, Alvin, Avances y premisas, (Barcelona: Plaza & Janes, 1983) p. 174.
[7] Pero la industrialización también significa –como ya se anticipó en las páginas preliminares de la obra-desagrarización, con todas sus connotaciones: pérdida de peso relativo del sector primario en las magnitudes que miden el conjunto de la actividad económica, y  honda transformación productiva de las explotaciones agrarias, con un salto enorme en los niveles de productividad. Lo cual, no se ignore, al tiempo que aleja para siempre el espectro del «problema de alimentos», cuando el campo pugnaba por alcanzar unos niveles mínimos de suficiencia en el abastecimiento de productos, adentra a una agricultura cada vez más subsidiaria –los fondos provienen ahora del presupuesto de la Política Agraria Común europea, pero subsidios son- en los problemas del despoblamiento y el deterioro del medio rural, otorgando con ello nuevas responsabilidades a los campesinos, en tanto que conservadores y garantes de ese patrimonio colectivo que es el territorio y el paisaje natural. No es sino una consecuencia derivada de la industrialización tal como aquí se está entendiendo, que implica, asimismo, creciente terciarización de la estructura productiva, con actividades de servicios cada vez más abocadas a la competencia internacional, comenzando por las finanzas y las telecomunicaciones, sujetas, de un modo si cabe más particular, ala creciente globalización de sus mercados. García, J. Luís. Jiménez J. Carlos, Un siglo de España. La economía (Madrid: Marcial Pons, 1999), pp. 201-202.
[8] Industrialización entendida como adecuación y modernización de la estructura productiva española, eliminando la «Subordinación» de todo el sistema económico –por decirlo en los mismos términos que Vicens- a las fluctuaciones de la agricultura. En una palabra, el estímulo de lo fabril como símbolo del progreso, de lo nuevo, de lo urbano, como así ha sido. Pese a todas las insuficiencias, España termina el siglo con un tejido industrial tupido y articulado, y con creciente capacidad competitiva, como prueba el aumento gradual de la cuota en los mercados mundiales de las exportaciones industriales españolas, una novedad histórica en el panorama nacional del comercio exterior. García, J. Luís. Jiménez J. Carlos, Un siglo de España. La economía (Madrid: Marcial Pons, 1999), p. 201
[9] Toffler, Alvin, Avances y premisas, (Barcelona: Plaza & Janes, 1983) p. 113.
[10] Todas las civilizaciones tienen alguna clase de sistema energético. Todas tienen algún método para producir bienes y servicios necesarios para la supervivencia. Poseen algún sistema para distribuir esos bienes y servicios. El sistema de energía, el sistema de producción y el sistema de distribución están todos ellos muy íntimamente ligados, y juntos puede decirse que forman una «tecnosfera».
Todas las civilizaciones tienen también una ecología de instituciones sociales, una «sociosfera». Dentro de diferentes civilizaciones, esas organizaciones o instituciones están relacionadas unas con otras de diversas formas. Toffler, Alvin, Avances y premisas, (Barcelona: Plaza & Janes, 1983) p. 218.
 [11] Si estoy en lo cierto respecto del deslizamiento hacia una sociedad más heterogénea y diferenciada, deberemos esperar ver una mucha mayor variedad en la identificación y en los agrupamientos. Y esto es precisamente lo que está sucediendo.
En Estados Unidos, y otras naciones con elevada tecnología, no es sólo el cuerpo político el que se está rompiendo en fragmentos, el mercado del consumidor refleja más diversas necesidades individuales y de grupo, y más subculturas se separan de los valores dominantes de la mayoría, sino que los mismos procesos centrífugos se hallan en marcha dentro  de los mismos grupos minoritarios.
Los subgrupos raciales, étnicos y religiosos en cada sociedad, se hallan asimismo segmentándose en otros mini grupos más pequeños, más autodefinidos, más variados. Ya no es, simplemente, apropiado hablar de los negros norteamericanos como un grupo homogéneo, o agrupar juntos a los hispanos.  Toffler, Alvin, Avances y premisas, (Barcelona: Plaza & Janes, 1983) p. 169.
[12] Toffler, Alvin, Avances y premisas, (Barcelona: Plaza & Janes, 1983) p. 162.
[13] La computadora, originariamente, fue prevista por las élites como una máquina que reduciría su carga decisional y las ayudaría a hacerse cargo de la misma. Lo consideraron un medio de centralizar su control y su toma de  decisiones rutinarias de una forma automática y, con ello, poderse liberar de todo lo demás para adoptar decisiones a un nivel mucho más elevado y mantener su dominio. También preveían que continuarían en sus oficios sin tener que reclutar un amplio número de adicionales individuos que adoptaran decisiones.
Lo que ha sucedido hasta ahora no se ha mostrado conforme con sus esperanzas. La carga decisional, por encima de todo, ha continuado aumentando con rapidez desde la introducción de la computadora. En realidad, su crecimiento ha sido tan rápido que han debido descentralizarse al tener que adoptarse cada vez más decisiones, con el resultado de que ahora las computadoras controladas han aflorado en lugares en que las viejas élites nunca pudieron llegar a imaginar. En vez de unas pocas y grandes computadoras controladas desde la cumbre, estamos consiguiendo centenares de millares, llegado el caso millones, de computadoras, que se extienden a través de la sociedad, en los hogares, las escuelas, las iglesias, los garajes, unidas con redes transitorias, alejadas del control de cualquier computadora central.    Toffler, Alvin, Avances y premisas, (Barcelona: Plaza & Janes, 1983) p. 139.
[14] Hay que remontarse para explicarlo a Claude Shannon, el matemático que descubrió en los años treinta de este siglo el modo de expresar la información en forma binaria. Durante la Segunda Guerra Mundial comenzó a desarrollar una descripción matemática de la información y fundó un campo de conocimiento que después ha llegado a conocerse como teoría de la información. Shannon definió la información como la reducción de la incertidumbre.  Bill Gates, Camino al fututo, Madrid: McGRAW-HILL, 1995; pp. 28-29.
[15] Desde, aproximadamente, mediados de los años cincuenta, estamos experimentando el derrumbamiento de la vieja sociedad industrial de masas. En varios campos, desde la tecnología hasta la etnicidad, vemos una diversidad cada vez mayor. A medida que llega la Tercera Ola al escenario histórico, va creando una nueva civilización que está compuesta de unas partes más diferenciadas y más especializadas.
Imaginemos un simple organismo biológico; una lombriz, por ejemplo. Tiene unas partes diferenciadas. Éstas contrastan con las de un ser humano: nosotros tenemos pulmones, riñones, córneas, corteza cerebral y millares de partes interrelacionadas y funcionalmente especializadas. Mientras todas esas partes interactúan apropiadamente, una vasta cantidad de información fluye a través del cuerpo en forma de impulsos eléctricos, explosiones químicas, secreciones hormonales, cada una de las cuales representa un «mensaje»; por ejemplo, determinado impulso neuronal nos dice que el músculo se contrae o que la pupila del ojo se dilata. Estos «mensajes» contienen «información», y cantidades enromes de información es necesario que circulen a través de todo el organismo, si queremos que sus partes se hallen coordinadas y sincronizadas unas con otras.
Y cuanto más partes especializadas o diversas del cuerpo existen, más información se necesita. Existe más información fluyendo a través de nuestros cuerpos que a través del de una lombriz.
Ahora apliquemos el mismo principio a la sociedad.
Si tengo razón, nos estamos moviendo más allá del estadio de la producción, distribución y comunicación en masa; si la división del trabajo se está haciendo cada vez más refinada; si la variedad de la estructura organizativa está aumentando; si avanzamos hacia unidades más pequeñas, más numerosas, más descentralizadas ( a veces organizadas en el interior de  unas estructuras organizativas más amplias); si nuestras leyes se están multiplicando, y nuestros productos, valores y actitudes se están volviendo más heterogéneos: si todo esto está sucediendo, en ese caso se necesitará mayor información, simplemente, para mantener todo el sistema en equilibrio.
En resumen, la heterogeneidad de la sociedad de la Tercera Ola exige niveles más elevados de intercambio de información que la homogeneidad de la sociedad de la Segunda Ola. Toffler, Alvin, Avances y premisas, (Barcelona: Plaza & Janes, 1983) pp. 124-125.
[16] La nueva economía de la Tercera Ola también recompensa ciertas características, como ya he sugerido, pero no son, necesariamente las mismas. De una forma clara, concede grandes recompensas por las capacidades cognitivas y por la educación. Pero existen muchas otras habilidades personales de las que existirá carencia. La economía de la Tercera Ola también recompensará a las personas que sean rápidas en adaptarse al cambio; que sean flexibles, capaces de trabajar por algo más que por un jefe, y tal vez incluso, al mismo tiempo, sirvan efectivamente a un jefe. Yo recompensaría a las personas que sean curiosas, inquisitivas, deseosas de averiguar lo que está sucediendo e influir en ello; gente que pueda conservar la mente clara en medio del desorden y de la ambigüedad. Le compensará a las personas que tal vez no tengan la pericia de un especialista de toda la vida, sino que posean más experiencia en campos diferentes y la habilidad para transferir ideas de uno a otro. Recompensará la individualidad y el ser emprendedores. Toffler, Alvin, Avances y premisas, (Barcelona: Plaza & Janes, 1983) p. 175.
[17] El lenguaje se diseñó de forma que Babbage pudiera programar la máquina analítica con una larga serie de instrucciones condicionales que permitirían a la máquina modificar sus acciones en respuesta a situaciones cambiantes. Fue el primero en darse cuenta de que una sola máquina podía servir para un cierto número de propósitos diferentes.
A lo largo de los 100 años siguientes, los matemáticos trabajaron con las ideas que había trazado Babbage y, finalmente, hacia mediados de los años cuarenta de este siglo, se construyó una computadora electrónica basada en los principios de su máquina analítica. Es difícil especificar la paternidad de la computadora moderna, porque mucha de la labor de confección y de construcción se hizo en los Estados Unidos y en Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial, bajo el manto de secreto de guerra. Los tres principales contribuyentes a ella fueron Alan Turing, Claude Shannon y John Von Neumann.
A mediados de los años treinta de este siglo, Alan Turing que, al igual que Babbage, era un gran matemático británico formado en Cambridge, propuso lo que se conoce hoy como máquina de Turing. Fue su versión de una máquina de calcular totalmente de propósito general, a la que se podría instruir para trabajar con casi todo tipo de información. Al final de los años treinta, cuando Claude Shannon era todavía estudiante, demostró que una máquina que ejecutase instrucciones lógicas podía manipular información. Su proposición, que fue el tema de sus tesis para el master, versaba sobre el modo en que los  circuitos de la computadora —cerrados para verdadero y abiertos para falso— podían realizar operaciones lógicas utilizando el número uno para representar «verdadero» y el cero para representar «falso».
Esto es un sistema binario. Un código. El binario es el alfabeto de las computadoras electrónicas, la base del lenguaje al que se traduce toda la información en una computadora y en el que se almacena y utiliza dentro de la misma. Bill Gates, Camino al fututo, Madrid: McGRAW-HILL, 1995; pp. 21-22.
[18] A causa de las nuevas formas de trabajo propias de la Revolución Industrial, la vida cotidiana de la mayoría de la población se escindirá de una forma paulatina  entre un «tiempo de trabajo» en «el lugar de trabajo» y un «tiempo libre», particular, privado, de ocio tal vez, fuera de él. Es cierto que en el hogar, como señala Javier Echevarría, siempre se ha trabajado nunca ha dejado de haber labores domésticas por hacer y cualquier miembro de la familia ha tenido que trabajar en casa una y otra vez. Pero esas tareas no entran, ya lo hemos dicho, en el concepto de trabajo que prevalece en nuestro tiempo. El trabajo productivo, hecho para otros y remunerado, se realiza prácticamente siempre en los lugares dispuestos para ello y al margen del domicilio particular, es decir, del espacio privado y familiar. Alvin Tofler en su libro «La tercera ola», fue el primero en avisarnos del previsible cambio de esa situación, que, aunque nueva en la historia, parecía entonces inalterable. Años después, la difusión y el perfeccionamiento de las nuevas tecnologías, ponían en evidencia que el cambio era posible, que era ya una realidad. El desarrollo de nuevas tecnologías como la informática o la robótica, por poner dos ejemplos fácilmente perceptibles para la mayoría, nos indican que ese cambio está servido. Como dice Echevarría,  «ya no es posible trabajar en la telepolis sin salir de casa».  Gray M., Hodson N., Gordon G., El teletrabajo, Madrid: Fundación Universidad Empresa, 1995; p. 14.
[19] El teletrabajo es una forma flexible de organización del trabajo que consiste en el desempeño de la actividad profesional sin la presencia física del trabajador en la empresa durante una parte importante de su horario laboral. Engloba una amplia gama de actividades y puede realizarse a tiempo completo o parcial. La actividad profesional en el teletrabajo implica el uso frecuente de métodos de procesamiento electrónico de información, y el uso permanente de algún medio de telecomunicación para el contacto entre el teletrabajador y la empresa.  Gray M., Hodson N., Gordon G., El teletrabajo, Madrid: Fundación Universidad Empresa, 1995; p. 63.
[20] Quiero insistir en las ventajas de principio que una sociedad del conocimiento supone respecto de otras formas sociales. A mi modo de ver, esa ventaja estriba fundamentalmente en la dignificación del trabajo humano. Cuanto más tenga que ver el trabajo humano con el saber, cuantos más elementos cognoscitivos se inserten y configuren las actividades productivas, más se humaniza y se libera de su carga materialista, y mejor se desarrolla la esencia de la economía y su carácter progresivo, ya que la economía avanza en la medida en que se aproxima y se adecua a la naturaleza del hombre.  Llano, Pérez López J.A., Gilder G., Polo L., La vertiente humana del trabajo en la empresa (Madrid: Ediciones Rialp, 1990), p. 117.
[21] Si se acepta que le conocimiento es la más alta dimensión del ser humano, la suprema forma de vida, y ésta es  una tesis clásica, la sociedad del conocimiento sería una sociedad sumamente perfecta. En rigor, la sociedad es promovida por las energías humanas y constituye, por tanto, un ámbito en que los frutos de esas energías se condensan, refluyen sobre los seres humanos y acogen a las nuevas generaciones. Se trata de un flujo de doble dirección según el cual los hombres hacen la sociedad y la sociedad enmarca a sus miembros.  Llano, Pérez López J.A., Gilder G., Polo L., La vertiente humana del trabajo en la empresa (Madrid: Ediciones Rialp, 1990), pp. 116-117.
[22] La confianza en los negocios del ciberespacio puede verse potenciada con los sistemas de encriptación mediante claves públicas y privadas que permitirán realizar contratos y confirmar documentos jurídicos y económicos con mayor seguridad que los que se realizan con el papel como soporte. Con el desarrollo de la criptología, un mensaje lo puede verificar cada uno porque nadie más tiene la clave privada que podría haberlo encriptado de determinada manera. Si se cambia un solo bit de información el mensaje no se codificaría adecuadamente y se pondría de manifiesto el posible error.
[23] H.G. Wells, que fue tan imaginativo y anticipatorio como cualquier futurista, lo resumió muy bien en 1920: «la historia de la humanidad», dijo, «es, cada vez más una carrera entre la educación y la catástrofe». La educación es la gran palanca de la sociedad y toda mejora que se produzca en ella significa un gran paso adelante en la igualdad de oportunidades. Parte de la belleza del mundo electrónico reside en el hecho de que el coste adicional de permitir que utilicen el material educativo otras personas es básicamente nulo.  Bill Gates, Camino al fututo, Madrid: McGRAW-HILL, 1995; pp. 251-252.
[24] Desde hace varios años, los expertos afirman que estamos entrando en un período de cambios profundos, englobados en la denominada “Revolución de la Información”, “Revolución Digital” o más genéricamente «Sociedad de la Información» y que esta va a modificar las formas actuales de organización del trabajo al igual que la Revolución Industrial lo hizo en los siglos XVIII y XIX. No solamente va a cambiar la forma en la que vamos a realizar el trabajo, sino igualmente cuál va a ser ese trabajo y dónde vamos a hacerlo. De hecho, todo hace pensar que la «Sociedad de la Información» va a invertir las tendencias de la Revolución Industrial en lo que se refiere a la localización del trabajo.  Gray M., Hodson N., Gordon G., El teletrabajo, Madrid: Fundación Universidad Empresa, 1995; p. 61.
[25] Toffler, Alvin, Avances y premisas, (Barcelona: Plaza & Janes, 1983) p. 120.
El autor, José Juan Franch Meneu, es Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Autónoma de Madrid y Doctor en Derecho por la Universidad San Pablo CEU en Madrid. Ha sido  Profesor de Economía durante más de 30 años en la Universidad Autónoma de Madrid impartiendo las asignaturas de Principios de Economía Política, Análisis Económico del Derecho, Competencia y Progreso Económico,  así como Regulación y Desregulación óptima en Economía en el Máster  de postgrado sobre Desarrollo Económico y Políticas Públicas. Estuvo desde el 6 de marzo de 1999 hasta el 6 de marzo de 2004, como Vocal del Tribunal de Defensa de la Competencia del Reino de España. De su obra científica cabe resaltar los libros Fundamentos del Valor Económico, Justicia y Economía (Hayek y la Escuela de Salamanca) y La Fuerza Económica de la Libertad. Ha colaborado así mismo con un capítulo en los libros colectivos La Dimensión Ética de las Instituciones y los Mercados Financieros y en El Nuevo Derecho Comunitario y Español de la Competencia. Es miembro de la European Business Ethics Network (EBEN). Excelente divulgador y comentarista de temas económicos, ha escrito cientos de artículos y comentarios en la Prensa diaria especializada. También en la prensa internacional.

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